De su nombre latino jasminum grandiflorum, el jazmín utilizado en perfumería sorprende por su poder multifacético a la vez floral, anaranjado, solar, pero también afrutado (plátano, fresa, albaricoque), animal y especiado. El jazmín tiene una complejidad sorprendente para ser una flor tan frágil, que debe cosecharse a primera hora de la mañana antes de que el sol estropee su perfume. Solo la extracción con disolventes volátiles permite utilizarlo con un rendimiento muy bajo y, por tanto, de un precio elevado. Su caleidoscopio de matices se funde a la perfección con otras flores, pero también con maderas o acordes ambarinos.

La mayoría de las notas afrutadas utilizadas en perfumería se recomponen, contra todo pronóstico, en forma de acorde, a la imagen y semejanza de las flores mudas. La pera ofrece una nota olfativa fresca, crujiente y jugosa que actúa como cabeza del perfume. Dependiendo de la variedad que el perfumista haya elegido evocar, la fruta tendrá facetas más o menos afrutadas o verdes. A menudo, la pera se asocia a la esencia de la rosa, ya que subraya su aspecto afrutado.

Su nombre suena al de una diosa egipcia y, no obstante, este género es originario del Caribe. Allí, los pescadores locales la apodan poéticamente «madera de candela» porque la utilizan como antorcha gracias a sus propiedades altamente inflamables. Algunos hablan también del sándalo de las Antillas. Sin duda porque una vez destilada, la Amyris balsamifera exhala efluvios dulces que oscilan entre el cedro y el sándalo especiado, ligeramente ahumado. Una clasificación en el bosque que desentona con su género botánico, la familia de las rutáceas, a la que también pertenecen los cítricos.

Originaria de China, esta flor es tan aromática como estética y no tiene extractos naturales. Como todas las flores cítricas, es muda: no es posible extraer su perfume sutil y aéreo. Es tarea del perfumista recrear su fresca estela, que incluye las facetas dulces, aciduladas y cítricas de su fruto solar. Utilizada tanto en las aguas de Colonia como en las fragancias frescas con notas cítricas, la flor del mandarino aporta un aura luminosa y floral.

Si en el corazón de los perfumistas la rosa es la reina de las flores y el jazmín Grandiflorum el rey, la emperatriz es el lirio. No obstante, no se utiliza su flor, sino su rizoma, es decir, su raíz. La perfumería utiliza la especie Iris pallida, originaria de la región de Florencia en Italia. Tras 3 años de cultivo en la tierra, los rizomas del lirio se secan y luego se trituran antes de destilarse para obtener una esencia de consistencia espesa, también denominada mantequilla de lirio. Esta larga transformación y un rendimiento muy bajo lo convierten en uno de los materiales más caros de la paleta del perfumista. El extracto de lirio ofrece una nota floral muy particular, entre la flor de violeta y la madera suave, con facetas muy empolvadas y ligeramente de chocolate y cacao. Dotado de una extraordinaria persistencia, el lirio puede utilizarse en dosis ínfimas para añadir volumen o en cantidades mayores para apoyar un acorde floral o amaderado.