El acorde ámbar es uno de los acordes más míticos de la perfumería. Combina notas redondas y cálidas como la vainilla con resinas potentes y aromáticas como el cistus labdanum. Aquí, se tiñe con facetas de cuero, facetas más oscuras e intensas que pueden evocar la gamuza o el alquitrán de abedul, una nota que se utilizaba para impermeabilizar las botas de los cosacos en Rusia. El resultado es un acorde ámbar de cuero potente y decididamente sensual.

A menudo se la denomina pimienta rosa, aunque su árbol, originario de Sudamérica, no es miembro de la familia de la pimienta. El sabor muy picante de los frutos del Schinus terebinthifolius la convierte en una especia popular. En perfumería se utiliza o la esencia de bayas rosas, obtenida por destilación, o el extracto de CO2: este gas, cuando se somete a una presión muy elevada, se vuelve líquido y lleva los principios fragantes sin calentar la materia, lo que permite devolver todo el picor de estas especias frescas. Las bayas rosas actúan en la cabeza y corazón, a la vez especiadas, ligeramente dulces y florales. Realzan los cítricos, a los que hacen brillar, y aportan nerviosismo a las flores embriagadoras.

De su nombre latino jasminum grandiflorum, el jazmín utilizado en perfumería sorprende por su poder multifacético a la vez floral, anaranjado, solar, pero también afrutado (plátano, fresa, albaricoque), animal y especiado. El jazmín tiene una complejidad sorprendente para ser una flor tan frágil, que debe cosecharse a primera hora de la mañana antes de que el sol estropee su perfume. Solo la extracción con disolventes volátiles permite utilizarlo con un rendimiento muy bajo y, por tanto, de un precio elevado. Su caleidoscopio de matices se funde a la perfección con otras flores, pero también con maderas o acordes ambarinos.