Su nombre suena al de una diosa egipcia y, no obstante, este género es originario del Caribe. Allí, los pescadores locales la apodan poéticamente «madera de candela» porque la utilizan como antorcha gracias a sus propiedades altamente inflamables. Algunos hablan también del sándalo de las Antillas. Sin duda porque una vez destilada, la Amyris balsamifera exhala efluvios dulces que oscilan entre el cedro y el sándalo especiado, ligeramente ahumado. Una clasificación en el bosque que desentona con su género botánico, la familia de las rutáceas, a la que también pertenecen los cítricos.